Pablo Picasso es una de las figuras más relevantes de la historia del arte del siglo XX. Español de nacimiento, su figura se consolidó en París y fue una de las semillas esenciales para el desarrollo de las vanguardias. Profundamente estudiada, su producción artística evolucionó en diferentes líneas separadas por el mundo de la crítica en períodos como el azul, rosa o blanco y negro, además del cubismo que inventó junto a Braque. La ingente producción sumado a las profundas huellas que ha dejado en el arte, lo ha coronado como el artista más importante de la historia del arte reciente.

En relación con la filosofía de la colección, Picasso representa el español exiliado que triunfa fuera de su tierra y observa el peso de la importante carga que tiene la tradición en los creadores españoles desde la distancia. A lo largo de su trayectoria creativa hibrida el mundo clásico y académico con singulares formas narrativas de influencia africanas o de culturas pre-romanas de la península ibérica. La salvaje apropiación de códigos de los viejos maestros como Velázquez o Goya, es observado posteriormente desde la mirada de los artistas españoles como un anuncio revelador con el que se sostendrán muchos discursos creativos posteriores.

Si bien Picasso tuvo una relación con España desde la distancia y la memoria, su presencia en la colección se hace obligada por el vigor que emanaba su figura en el resto de artistas españoles. Además, se debe incluir ya que su actitud se heredará de manera directa o indirecta a todos los artistas posteriores de cualquier parte del planeta.

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