El artista granadino comenzó aprendiendo el oficio de escultor en el taller del imaginero Martín Simón, pero rápidamente se decantó por la pintura como medio de expresión. Estudia en la Escuela de Artes y Oficios de Granada y, en 1942, viaja por primera vez a Madrid, donde se quedará impresionado con el Museo del Prado. Entra en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla en 1945 y, en 1947, expone su obra en la Asociación de la Prensa de Granada. En la década de los 50 comienza su etapa abstracta. En 1957 funda, junto a otros artistas como Canogar, Chirino o Antonio Saura, el grupo El Paso. A partir de 1967 inicia una nueva etapa, marcada por una fuerte influencia oriental y por el descubrimiento de nuevos procedimientos técnicos.

Con una marcada voluntad experimental, en sus trabajos más destacados se desarrolla una nueva gramática, al convertir la tela metálica en medio de expresión, hasta transformarla y considerarla en poco tiempo como material estético. Su trabajo es reconocido tempranamente en la Bienal de Sao Paulo (1957) y en la de Venecia (1958) e ilustra el triunfo de la quiebra de valores y principios tradicionales de la pintura, como el uso de pinceles, lienzo, normas de composición, etc. Asimismo, el trabajo de Rivera ilustra la crisis del cuadro de caballete, que determina buena parte de las prácticas artísticas internacionales tras la Segunda Guerra Mundial, como ocurre con las propuestas espacialistas de Lucio Fontana.

La obra de Rivera se basa en la relación dual espacio-luz que logra con las telas metálicas. En 1956 trabaja cuadros en un único plano, al tensar las telas sobre un bastidor de hierro o de madera.

A mediados de los sesenta, incorpora el óleo en sus cuadros en calidad de recurso dramático, al reducir la paleta a rojo, negro, azules y verdes en Metamorfosis. Tiene el mismo fin al sumar elementos como ganchos, hebillas o alambradas, que simbólicamente cosen heridas o aluden al desgarro, como en Retablo para las víctimas de la violencia (1977). Al componer en dípticos y trípticos, añade también a las obras un sentido casi religioso y las convierte en grandes máquinas dramáticas, de modo que, muchos títulos como Me duele España (1964-1966) o Espejo traje de noche para la muerte (1980-1981) remiten a la represión franquista y a la situación contemporánea del país.

mostrar más

Sigue a abstrart

Suscríbete a nuestra
Newsletter!

No te pierdas las últimas incorporaciones a la colección, las novedades y las oportunidades para poder acceder a la colección.