El artista madrileño fue uno de los miembros fundadores del Grupo El Paso y se le reconoce como uno de los nombres claves del arte contemporáneo español. Su lenguaje creativo maduró hasta recorrer la abstracción de corte armónico y refinado, por lo que se alejó de la violencia expresionista del informalismo.

Nacido en el año 1929, sufrió los estragos de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial en su infancia. Es destacable la figura paterna, Emilio Feito Parrondo, que era carnicero de profesión y le tenía preparado un futuro junto a él en el negocio familiar. Pero su sensibilidad le alejaron del entorno y comenzó un camino a lo largo de su vida de una búsqueda espiritual que supo plasmar en su obra.

En 1950, Feito ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. El pintor Manuel Mampaso le animó a que realizara el examen de ingreso en la escuela de Bellas Artes de San Fernando. Sin embargo, la educación que se impartía en la escuela de Bellas Artes de San Fernando estaba basada en la tradición pictórica, anclada todavía en el siglo anterior y muy alejada de la corriente transformadora contemporánea.

Su trayectoria artística, comenzó desde la experiencia cubista, pero rápidamente se adentra en la abstracción hacia 1953.

Desde el año 1955 obtiene una beca del gobierno francés y se traslada a vivir a Paris (ciudad en la que viviría durante 30 años) manteniendo desde allí vivos sus contactos con el mundo artístico español. Durante este periodo recibe la influencia del automatismo y de la pintura matérica, que le lleva a trabajar con pasta de óleo y arena, dentro de una paleta de colores reducida a los negros, blancos y ocres. Desde la visión más amplia de la capital francesa, Feito ayudó a la evolución del panorama creativo español fundando junto a otros artistas y críticos el Grupo El Paso. La creación del grupo ayudó a introducir corrientes de vanguardia que dieron forma al informalismo y al expresionismo de nuestro país.

A partir de 1963, la obra de Luis Feito tiende hacia una creciente simplificación formal y material, con motivos predominantemente circulares. En los setenta se impone la plenitud del color y una tendencia a la geometrización, que culminará al finalizar la década en su depurada etapa de cuadros blancos.

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