José Guerrero

El artista granadino José Guerrero es el paradigma de la incorporación de la corriente del expresionismo abstracto en la efervescente España de los años sesenta y setenta. José Guerrero fue un creador con una gran voracidad por las últimas tendencias creativas a nivel global. Esta singularidad le llevó a explorar tendencias en las principales ciudades europeas como Madrid, Roma y sobre todo París, en una primera etapa, y posteriormente viajó a Nueva York donde se empapó de la fuerza de la capital cultural del momento. Sin duda, la ciudad norteamericana se situaba en el centro internacional de la cultura y allí conoció y estableció amistad con las principales figuras del panorama creativo relacionadas con el expresionismo abstracto como Mark Rothko, Franz Klein y Robert Motherwel. El contacto con esta poderosa corriente influyó en la maduración de su lenguaje plástico generando una obra cercana al arte gestual. Su trayectoria personal estaba estrechamente ligada al viaje y al intercambio, sus obras son una metáfora del desplazamiento y ya se intuía en él la figura del artista contemporáneo en constante desplazamiento. A pesar de sus vaivenes, mantuvo una sólida relación con la creación en España y estuvo en el circuito de los creadores del Museo Abstracto de Cuenca. Será en uno de esos viajes, mientras se desplazaba de Nueva York a Estocolmo, cuando se fijó en una cajetilla de cerillas con el océano de fondo y comenzó su famosa serie de fosforescencias.

Su vida y obra es crucial para comprender el giro contemporáneo en el territorio español ya que actuó como un explorador y traductor de las fuerzas creadoras, sobre todo del panorama norteamericano. Sus obras transmitían la energía y la capacidad de un luminoso color para comunicar las emociones del creador directamente desde su subjetividad y su capacidad de transmisión artística se mantiene absolutamente vigente en la actualidad.