Joan Hernández Pijuan

Su formación la realizó en la Facultad de Bellas Artes En Barcelona. Una vez que hubo acabado realizó la peregrinación fundamental que los artistas nacionales realizaban para empaparse de las corrientes internacionales, viajó a París. Una vez que conoció in situ la poderosa corriente creativa que barría Europa, el informalismo, se olvidó de la tendencia formal que venía realizando de naturaleza geometrizante. De esta época se destacan obras llenas de luces y contrastes, de un marcado dramatismo que estaban más emparentadas con los lenguajes que se estaban usando en la escena madrileña del El Paso que de lo que se podía ver en el panorama barcelonés.

Pronto se alejó de la pintura de naturaleza más expresionista para comenzar su camino en con formas más controladas y frías. Su lenguaje encontró un lugar lleno de serenidad con enorme influencia por esencialidades orientales del tipo espiritual. El especialista Juan Manuel Bonet brillantemente señaló sobre su trabajo: Situado a medio camino entre la abstracción y la figuración, su obra rezuma serenidad, mesura, equilibrio. Estas hojas grises, casi fundidas en el violeta citado en el título, hacen pensar en ciertos "frutos sabrosos" de una civilización, la extremo oriental, cuya filosofía de la vida y cuyo arte atraían sobremanera al pintor; hacen pensar, por ejemplo, en un haiku.

Su producción se reconoce por obras que hibridan el mensaje minimalista y la materialidad expresionista y se encuentran, de algún modo, cercanas espiritualmente a la figura que tanto admiró en vida, Antoni Tápies. Su carrera fue un camino en el que el silencio iba apoderándose de sus obras, cada temporada iba desprendiendo del lienzo los elementos que consideró innecesarios y recorrió el camino inverso de la creación tal y como exclusivamente han podido realizar maestros de la talla de Mondrian. Incluso en el año1993 el Centro Nacional de Arte Reina Sofía realizó una exposición antológica llamada Espacios de silenci.