El joven Eduardo Chillida comenzó sus estudios de Arquitectura en Madrid, pero a los pocos años decidió abandonar la carrera para comenzar a dibujar con total libertad en el Círculo de Bellas Artes de la capital española. Su alta pericia en el dibujo le llevó a experimentar usando su mano izquierda para así poder equilibrar sus pensamientos con la mano que ejecutaba el dibujo, ambas sendas, la introducción en la arquitectura y la huida hacia el dibujo intelectual, serán cruciales en la maduración de su lenguaje creativo.

En el año 1948 se trasladó a París y conoció de primera mano el circulo creativo de la capital francesa, pero al cabo de tres años, en el año 1951, y después de sus primeros trabajos y exposiciones, decidió volver a su tierra natal para encontrar su maduración creativa. Al poco tiempo de su regreso de París, el creador ya había elaborado su primera escultura de Estudio sobre el peine del viento I, que se conserva en el Museo Reina Sofía de Madrid. En esta obra icónica se sientan las bases teóricas de toda su producción posterior, la elaboración de esculturas que limitan un espacio vacío que la mente del espectador ocupará. En este sentido, él mismo Eduardo Chillida señaló: El límite es el verdadero protagonista del espacio; como el presente, otro límite, es el verdadero protagonista del tiempo. […] Los espacios con los que trabajo son virtuales o inaccesibles.

La figura de Eduardo Chillida es particular dentro del contexto del periodo histórico en el que se centra la colección. A pesar de ser un autor de profunda vitalidad creadora moderna que se alejó de la tradición, su lenguaje escultórico ha sido tan personal y reconocible que difícilmente se puede encasillar en otras tendencias que surgieron en territorio español. Al poco tiempo de comenzar su trabajo ya fue galardonado en la Bienal de Venecia del año 1958 y su obra ha sido adquirida por los grandes museos del mundo y se muestran en lugares públicos de las ciudades más emblemáticas del mundo. Su producción estaba especializada en la escultura de hierros forjados, la piedra, el hormigón e incluso la tierra chamota. Aunque, además, supo trasladar de manera absolutamente genial la esencia de su investigación artística al papel en dibujos, obra gráfica y armónicos collages como las formidables series Gravitaciones. Supo actualizar estéticamente de manera muy personal las peculiaridades del pueblo vasco ligadas al trabajo del metal, a la bravura del mar y a las tradiciones ancestrales. A pesar de su profunda personalidad creativa que le distanciaba de colectivos o grupos artísticos, el legado de Eduardo Chillida en la sensibilidad artística española y a escala mundial es innegable. Sin duda es un referente fundamental en la historia del arte español del Siglo XX y una ha dejado una profunda huella.

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